¡Hola, papá! ¿Cómo estás? Yo bien. En casa. Hoy un poco nostálgica. Hasta hace solo unos minutos brillaba el sol, pero ahora se ha escondido y se ha quedado un día gris, tristón.
Dirás que por qué he elegido esta foto. Muy sencillo. Vuelvo a Facebook una vez más y leo lo que publiqué hace justo dos años.
Me lamentaba por mi torpeza de caerme cuando tenía que ir a cuidarte al hospital. Y te suplicaba que no te rindieras.
Por mi cabeza pasaban decenas de planes juntos. Te prometía que cuando te pusieras bien, volveríamos a tu primer mar. Y volvimos. No como me hubiera gustado, tú en espíritu y yo con el corazón partido en trozos.
También soñaba con retornar a Santiago de Compostela. Para que te sentaras en la silla de don Ramón. Tu admirado Valle Inclán. Y no sé cuantas cosas más.
Ese post estaba lleno de esperanza y de mensajes de ánimo preciosos de la mucha gente que te quería. Y es que realmente tenías un ‘fan club’ increíble.
Y yo una ilusión tremenda por continuar, por luchar, porque todo pasara y empezáramos una nueva vida, distinta, pero igual de apasionante.
Por mi cabeza ni se pasaba lo que iba a suceder en dos semanas. Si no, creo que me hubiera quedado abrazada a ti siempre.
¡Ay, peque! Qué guapo estabas en esa foto. La veo y sonrío. En el fondo encuentro bastantes similitudes. Yo también dejo la mirada perdida cuando veo el mar. Y mis ojos, no grises, por desgracia, se quedan hechizados con ese río grande que no tiene final. Y el sonido de las olas me embriaga, me relaja, me teletransporta a épocas hermosas.
Pero ahora toca lo que toca. No queda otra. La esperanza de volver pronto a ver el mar y a quedarme sentada frente a él horas con la mirada perdida.
Bueno, pituco. Te dejo por hoy. ¡Cuídate mucho y cuida de mi princesa! ¡Os quiero! ❤️
Publicado por