¡Hola, papá! ¿Cómo estás? Yo bien. En casa. Todo tranquilo. Este 8 de octubre ha amanecido tristón. Ahora mismo amenaza lluvia.
Nada que ver con la deliciosa mañana que amaneció. He bajado al Huerto de Calisto y Melibea. Hacía mucho tiempo que no lo visitaba. Necesitaba volver a respirar el aire fresco de la mañana.
Y asentar mi trasero en nuestro banco. Podría pasar allí horas y horas. Viendo pasar cigüeñas o leyendo los mensajes de amor que van dejando escritos en sus baldosas y en los candados que siguen llenando el pozo.
En este extraño 2020 también han cambiado las carreras de motos. Un día como hoy, estaríamos todos soñando con el inicio de la gira asiática.
Pero tampoco va a ser. No habrá noches eternas de ruedas y adrenalina. Serán otras más. Como cualquier día.
Hace seis años estaba preparando mi maleta para irme a Cádiz (mi ‘cai’). Mamá había estado malita y fue la válvula de escape perfecta para recuperar fuerzas después de unos días de hospital cansados.
Pero bueno. Eso es pasado. Hoy creo que no ha pasado nada relevante por el mundo, aunque ya te digo que procuro conectarme lo menos posible a la televisión y a las redes sociales para enterarme de lo justito.
Con llevar mi mascarilla y mi gel hidroalcóholico tengo suficiente. Todavía hay algún despistdo que lo olvidan en casa, pero yo es lo primero que meto en mi mochila.
Bueno, pituco. Te dejo por hoy, que ya es hora de sobremesa. ¡Cuídate mucho y cuida de mi princesa! ¡Os quiero! ❤️
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