¡Hola, papá! ¿Cómo estás? Yo bien. En casa. Hoy es San Mateo. En Salamanca siempre se celebraba el día de la provincia.
Y no faltaba la habitual cita en La Glorieta. Solía ser un cartel mixto, con un rejoneador y dos diestros. La más larga de la Feria.
Paseando por la ciudad encontré esta simpática estampa en forma de miniatura que recuerdan aquellas tardes de fiesta, de diversión, de estar hasta las tantas… de risas, de felicidad.
Ha amanecido un día precioso, con un sol espléndido, de esos que te recargan las pilas y te dan un plus de energía.
Más propio para estar plácidamente sentados en una terraza, contemplando paisajes, atardeceres. Para disfrutarlo.
Pero de momento no se puede. Así que seguiremos aquí. No queda otra. De camino a casa encontré unos guiñoles que bailaban al son de la música de ‘Titanic’. Todo el mundo se paraba a verlos y a tomar unas imágenes de ellos.
En lugar de ir vestidos de gala, llevaban un atuendo flamenco. Era como un pequeño ‘tablao’ flamenco que despertaba la sonrisa de todo aquel que pasaba por allí.
Y sí, sonreí. Saqué unas monedas de mi bolso y las deposité en el sombrero que había allí.
Por mi cabeza pasaron mil imágenes y ganas de ‘huir’, sin rumbo, sin destino fijo. Buscando aventuras, cosas que te hagan sentir viva. Recuperar a aquella chica que se emocionaba con todo, la de la eterna sonrisa en la cara, la soñadora…
Bueno, pituco, te dejo por hoy. Cuidate mucho y cuida de mi princesa. ¡Os quiero! ❤️
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