¡Hola, papá! ¿Cómo estás? Yo bien. En casa. Todo tranquilo. Ya he dado mi paseo matinal y ahora toca ver un rato de motos.
He pasado por la Casa de las Conchas y me he acordado de mamá. Cada vez que íbamos por allí contaba la misma anécdota. A veces le decía que era muy pesada, pero al llegar allí me la imaginé.
Tan coqueta como era ella. Y con tantas ganas de salir, jugar, correr, montar en bici, andar con sus amigas…
Y traviesa, claro. Solía parar en una tienda de allí para comprar algunas cosas de las que tanto le gustaban. Iba con sus amigas y, como le gustaba jugar a los empujones, lo ponía en práctica.
La historia no la recuerdo bien del todo. Creo que iba con una de sus amigas. La dueña del establecimiento estaba tardando más de lo habitual. Y mamá, ni corta ni perezosa, le dijo: ‘Dese prisa, tía boba’.
Después emprendió una larga carrera por si las moscas. Me la imagino y me río yo sola. Tremendo tuvo que ser aquel momento. Ahora entiendo algunos ataques de rebeldía que me dan de vez en cuando. O que sin querer se te escape una palabrota o un gesto con la mano que, aunque no es de muy buena educación, por lo menos sirve para quedarte a gusto.
Estoy viendo las motos y escribiendo. Así que cuando lo relea, me daré cuenta de que he puesto alguna falta de ortografía, pero no pasa nada. Que todos los males sean esos.
Bueno, pituco. Te dejo por hoy, que es hora de comer. ¡Cuídate mucho y cuida de mi princesa! Os quiero ❤️
Publicado por