¡Hola, papá! ¿Cómo va todo? Este domingo ha sido intenso. Mucho. Después del primer encierro de San Fermín, han tocado ruedas y goma hasta bien entrada la tarde. Mira las horas que son.
Iba a preparar un menú puramente italiano para ver la carrera de MotoGP. Aperol y pizza. Dieta mediterránea en estado puro 😂. Pero al final ha ganado la comida española con rabas y chanfaina para mamá.
Ya empezó el Tour. Con caída, para variar, pero no pasó nada por fortuna. Ahora que los chicos de las motos se van de vacaciones, tengo más tiempo para sentarme plácidamente en el salón a escuchar el relajante ruido de los pedales, que en otros tiempos no tan lejanos lograban hacer un efecto somnífero, que me despertaba KO.
Ahora ya te he dicho que no me gusta dormir la siesta. Si ya desde hace tiempo no concilio bien el sueño nocturno, echar una cabezada a media tarde puede terminar con mi cuerpo dando piruetas de madrugada en busca del cansancio previo a caer en los brazos de Morfeo.
No sé, mi amor, cada día son tantos los recuerdos que brotan en mi mente, que al final no soy capaz de plasmarlos en unas líneas. Ahora estoy aquí sentada, en el salón, en mi silla, frente a la tuya, vacía…
He vuelto a almorzar en este lugar que guarda mil anécdotas, he puesto el motociclismo, las lágrimas han brotado solas de mis ojos y ahora observo, relajada, todas las maravillas que me rodean, las que tú dejaste, mi vida.
Las chicas de enfrente tienen fiesta. Supongo que será una casi despedida de fin de curso y nadie pertuba este momento tan nuestro, tan íntimo, tan mágico y tan triste al mismo tiempo. Pero sí… somos tú y yo, juntos, en nuestra eternidad, en una simbiosis que nadie podría llegar a entender, ni falta que nos hace.
Y ahora es cuando me doy cuenta de que empiezo a desvariar un poco y que quizás es hora de parar para descansar de un día que inicié temprano y en el que todavía quedan muchas cosas por hacer.
Feliz domingo sanferminero, mi amor. ¡Te quiero, papá!
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